dilluns, 5 d’octubre del 2009

Deseo


El cálido sol de principios de octubre acaricia mi cara en un intento por retenerme bajo su dominio mientras me ciega la vista. Cuesta seguir allí, inmóvil, pero lucho contra el impulso de levantarme y buscar refugio. A veces es mejor seguir expuesta a lo que te rodea aunque eso suponga una batalla interna entre lo que es y lo que debería ser.

Intento, sin éxito, no pensar en ti ni en él pero al cabo de pocos minutos, entiendo que es prácticamente imposible dejar de pensar, dejar de sentir, al fin y al cabo, dejar de ser quién soy. La verdad es que me he negado tantas veces que hasta he perdido la cuenta y se me hace raro recordar que tengo la estúpida necesidad de sentirme cerca de alguien; como mínimo, tengo la necesidad de sentir que alguien necesite estar cerca de mí.

En momentos como estos intento averiguar si me he quedado estancada en algún punto de mi evolución y, sinceramente, creo que sí. Me quedé en aquella época en la qué querer un beso de alguien no se convertía en una agonía constante sino que era tan sencillo como pedir que te lo dieran; me quedé en aquella época en la que desear a alguien con un impulso irrefrenable, casi irracional, no era más que andar detrás de él chillando de forma histérica; me quedé en aquella época en la que intentar abrazar a alguien por el simple placer de oler su cuerpo no era más que algo que salía en las películas pero que no tenias ni intención de entender.

Es curioso cómo pasa el tiempo y cómo pasa cada una de las emociones por mi rostro. Cómo pasan los días y, al verte, tengo más y más ganas de sentirte un poco más cerca. ¿No lo entiendes, verdad? ¿O quizás sí?


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