dissabte, 30 de gener del 2010

Melodías de habitación


Viendo anochecer a través de la ventana medio empañada repaso cada minuto de este día que se muere. Quizás no lo recuerde por una gran hazaña ni tan siquiera por una pequeña aventura en el metro per siempre me quedará esa canción, aquella que me acompañó al levantarme e instintivamente me arropa al intentar dormirme.

La anaranjada luz de esta ciudad mía, tan muerta a estas horas, impregna sin querer mi habitación que, aunque algo desordenada, mantiene intacto cada uno de mis momentos, parece incluso, que le guste extraer los secretos de mi almohada. Ahora, entre disimulados bostezos, la veo de otro color, de hecho, parece que cambie por segundos al ritmo de la ya conocida melodía.

Me pregunto por qué esto no sucede siempre así e intento relajar mi ritmo cardíaco. Eso es. El ritmo desenfrenado y sin escrúpulos que me impongo me impide disfrutar de tantas cosas, a mi sorpresa, cotidianas y minúsculas, que no hacen más que sorprenderme. Tantas formas, tantas texturas, tantos colores… Inmensa la fuerza inequívoca de unas simples notas musicales sonando con una lentitud casi natural.

¡Cómo me arrepiento de dejar morir mi mundo!